Ejemplo de talento y constancia a la hora de jugar en su River, en la Selección y en el actual Sedalo, Juan Francisco Ojea se convirtió en uno de los mayores exponentes del handball argentino. Por eso, fuimos a buscar su visión, su sentir y pensar del handball.
– ¿Cómo fue tu aproximación al handball y cuáles fueron tus primeros pasos como federado?
– Empecé en un club municipal de barrio, en Mendoza. Mi mamá nos tenía a los tres hijos en casa y quería que hiciéramos un deporte de conjunto, grupal. Fue a averiguar y le dijeron que empezáramos con handball, así que a los cuatro años ya estaba corriendo atrás de la pelota y tirando al arco.
– A medida que avanzaste, ¿que propósito te motivaba?
– Con el pasar del tiempo seguimos entrenando y nos empezó a gustar muchísimo el deporte. Nos cambiamos de club para jugarlo un poquito más en serio, porque el otro era muy recreativo y queríamos ya meternos en una liga. Así que nos fuimos con el profesor a otro club y nos federamos: queríamos empezar a competir contra otros equipos. Luego uno creció y la meta fue llegar a la Selección y jugar el famoso Mundial. Siempre el objetivo fue ese: llegar a la Selección, primero mendocina y después nacional.
– ¿Qué representa Mendoza para vos?
– Mendoza para mí es la ciudad donde empezó todo, donde me crié y donde me enseñaron a jugar a este deporte que tanto amamos en mi familia. Mendoza me hizo querer el handball. Vivía handball todo el día allá, así que le debo muchísimo a las personas que formaron parte de los equipos donde jugué. Gracias a ellos también pude llegar a donde llegué.
– ¿Cuándo sentiste que el deporte era lo tuyo?
– Desde chiquito ya estábamos todo el día con una pelota en la mano o en los pies, nos gustaba mucho el deporte. En el verano íbamos a las colonias y ahí practicábamos cualquier juego. ¡Vivíamos haciendo deportes!
– ¿Alguna anécdota que te haya quedado grabada de un partido?
– La que recordamos siempre con mi familia y mi primer entrenador (Daniel Bragagnolo, que fue como un padre además de técnico): yo tendría unos cuatro o cinco años y me pusieron a jugar un partido con mis hermanos y era muy chiquito para esa categoría. Era mi primer partido así que el DT me dice: “Entrá y quedate en el área esperando la pelota. Cuando la tengamos te la van a pasar”. Y así fue, mi hermano roba una pelota y me la tira de un área a la otra, la agarré, hice mis 10 pasos, tiré y gol. Lo salimos gritando por todo el gimnasio. Me vinieron a abrazar todos, fue mi primer gol en el handball.
– ¿Cómo te marcó jugar en River? Describime esa etapa…
– River me dio el último golpe de horno. Yo venía de Mendoza y allá se juega otro handball, muy distinto. Acá me ayudaron a corregir muchísimas cosas y a dar el último toquecito que estaba necesitando para mejorar mi juego y llegar a lo que yo quería: a la Selección. River fue mi segunda casa. Ahí viví y pase los mejores años de handball. Llegué con 18 años y me fui con 36 y unos cuantos títulos de todos los colores: fue una etapa maravillosa e inigualable.
– ¿La Selección te modificó a nivel personal y deportivo?
– La Selección te cambia la vida porque te enseña un montón de cosas. Primero, estás representando a muchísimo jugadores que quieren estar ahí y sos “el elegido”, no llegan muchos hasta ahí. Muy poquitos pueden cumplir ese objetivo de jugar para la Selección o de entrenar, al menos. Estar ahí te cambia, te da responsabilidad, confianza, humildad y esas ganas de poderlo todo. Al entrenar tres o cuatro veces por semana en la Selección, con los mejores del país, tu nivel mejora notablemente y rápidamente. Por eso, los equipos que tienen varios jugadores en la Selección hacen la diferencia, porque entrenan con los mejores y varias veces a la semana y así me pasó a mí. El llamado a la Selección hizo que mi juego creciera muchísimo.
– ¿Qué jugadores en tu puesto han sido tus referentes?
– Jugadores referentes en mi puesto… Los mejores: Pablo Ojea, Martín Viscovich y Pucho Jung son los que vi de chico y con los que pude compartir entrenamientos y partidos. En el puesto específico de central, los mejores de Argentina.
– Superaste varias lesiones complicadas y la actitud debe haber sido fundamental para eso. ¿Cómo las viviste?
– Si, superé muchísimas lesiones: rotura de ligamento en las dos rodillas, menisco, escafoides, quinto metatarsiano… Creo que soy uno de los pocos que ha tenido tantas lesiones, en todos lados y de todos los estilos. La manera de superarlas es poniéndote en la cabeza la meta: querés volver a jugar y volver a vivir lo que te gusta, que es jugar al handball, disfrutarlo. Entonces, cuando te ponés eso en la cabeza, se te hace un poquito más fácil esa parte que es la peor del deporte.
– ¿Qué te dejó el handball a lo largo de los años?
– Las personas que me hicieron bien en el handball son muchas. De todos los entrenadores, la verdad, de todos saqué algo y aprendí muchísimo, así que a todos ellos les debo mucho. También a todos mis compañeros, gracias a ellos pude ganar cosas y cumplir también el sueño de jugar en la Selección y llegar a un Mundial. Eso fue gracias a los compañeros de Selección y del club.
– Llegaste a Sedalo después de muchos años en River, ¿con qué te encontraste?
– Llegué a Sedalo y encontré un club de handball muy lindo. Me abrieron las puertas de par en par y me apoyaron muchísimo. Me siento muy bien, muy contenido. Confiaron en mí, dándome la posibilidad de hacer mis primeras armas como técnico. Así que estoy sumamente agradecido con ellos que me dieron esta posibilidad de dirigir cadetes y juveniles y de seguir jugando en Liga.
Mucha suerte Banchi! Ric D,