jueves, 17 de enero de 2019

Entrevista con: GUILLERMO MILANO
"Antes que motivar, hay que empezar por no desmotivar"



– ¿Cómo y cuándo te acercaste por primera vez al handball?
– Empecé a jugar en el Colegio Manuel Dorrego a los 10 años, cuando se formó la escuela de handball.
– ¿Cuál fue tu trayectoria cómo jugador?– Jugué en Dorrego hasta juveniles, después en Liga de Honor en Deportivo Merlo en 1992, Afalp en el ’93 y luego volví a Dorrego. En el año 1999 fui a jugar a UGA, un club Armenio en Liga de Honor.

– ¿En qué momento comenzaste a pensar en ser director técnico?
– En el año ’91 le dije a Fernando Capurro: “Me gustaría ser entrenador algún día”. Él me respondió: “Empezá a trabajar con los mini”. Así que ahí fue el comienzo. Pero en 1992 la escuela de handball se disolvió, yo estaba jugando en Merlo, y de tener más de 100 jugadores nos quedamos sin nada. Ahí me llaman un grupo de chicos para volver a rearmar todo y desde ese días hasta la fecha sigo dirigiendo.– 

¿Cuáles son, a tu criterio, las virtudes básicas de un buen entrenador?
– Lograr que los jugadores tengan ambición, hay que contagiar el entusiasmo. Jugar a enseñar, jugar a ganar. Realizar los sueños que uno tiene y amar lo que hacés. En nuestro medio, donde prima el amateurismo, es muy importante ser trabajador, no pensar en que si gano por 10 o 20 lo haría mejor o peor. Trabajar es la principal herramienta que tiene un entrenador, y motivar es el discurso que todos aplican. Pero antes de empezar a motivar, tenés que empezar por no desmotivar.

– ¿La idea de juego se adapta al plantel con el que se cuenta?
– Es imprescindible ajustarlo a las virtudes y limitaciones de los tuyos. De eso se trata, que el juego que planteás en cualquiera de las cuatro fases se apoye en las potencialidades de tus jugadores y además las destaque. Es importante minimizar a la vez los defectos.

– Has sido desde 1992 un referente del trabajo de Dorrego. ¿Cómo fueron los primeros pasos allí, qué trabajo proyectaste y cómo fue la evolución del mismo?
– Bueno en primer lugar continué el legado de Fernando Capurro, quien fue el creador de la escuela de handball y plasmó las bases para que hoy esto sea lo que es. Yo me encontré con la escuela desarmada y con siete jugadores en el ’92 y de a poco empezamos a crecer. Soñé con llegar a jugar en inferiores A y subir a Liga de Honor y lo logramos en el año 1994 y 2001, respectivamente. Parecía una utopía. Hasta que en el 2004 decidí cambiar y me fui a SAG Polvorines, dejando a Dorrego en Liga de Honor y con una estructura bien armada. En ese momento empezaron a reemplazarme algunos entrenadores y siempre se mantuvo un buen trabajo. Me fui, pero seguí jugando, y además siendo padre de un jugador, incluso con mi pareja ahí. Así que el contacto era fluido. Pude dejar a Dorrego en Liga de Honor, conseguí el Gimnasio José Hernández, lo puse en condiciones para jugar y para entrenar. También la conexión con el Colegio San José, ya que trabajo hace 20 años para los hermanos Maristas. Pero con el trabajo de Rubén Busolín, de a poco se empezó a sumar más gente, más entrenadores, chicos de más colegios. Hay que recordar que cuando se empezó éramos todos alumnos. La posibilidad de contar con seis canchas, ya que se sumó el Polideportivo Gorki Grana para entrenar y jugar, facilita que todos entrenen en cancha entera tres o cuatro veces a la semana. Sumar un preparador físico a todas las categorías como Mateo Poli, la incorporación del Negro (De La Quintana) a dirigir las mujeres, más un grupo de entrenadores jóvenes que trabajan muy bien en la formación… Todo un conjunto de cosas que, sumadas, terminan de coronar este presente magnífico.

– Imagino que ver ambas Ligas coronándose campeonas debe resultarte algo especial…
– Es algo muy fuerte por supuesto. Empecé a los 10 años ahí, dejé mi vida, gané mucho y perdí también. Hoy lo disfruto desde afuera y me pone feliz por el resultado deportivo y por la cantidad de afectos que tengo dentro de la institución, que es mi casa. Estudié ahí 12 años, primaria y secundaria, y sigo desde el primer día en que se formó la escuela de handball. Me pone contento además por Rubén, ya que aposté por él desde que era joven, primero como jugador después como entrenador. Con eso no me adjudico absolutamente nada, solo me pone feliz.

– Además, está presente el orgullo de padre, ya que tu hijo Ramiro se destaca incluso en la Selección Juvenil Argentina.
– El orgullo no es que esté en la Selección porque hoy está y mañana quizás no. La realidad es que es un ejemplo de un logro personal, algo que muchos lo valoran, otros no tanto. Él jugó al fútbol en Boca y en la filial del Barcelona. Yo ya descartaba que juegue al handball y disfrutaba de verlo. Pero un día decidió solo dejar el futbol, y se dedicó a jugar a este deporte. Él tiene claro algo que yo le inculqué siempre, y es que todo se puede lograr con sacrificio. Por más que esté en desventaja con el resto, lo podés reemplazar con otras cosas, pasión, autoestima, entender que para ser bueno tenés que entrenar mucho. Lo ayudé a enfrentar su tema con la mano, naturalizándolo. Él nació con la pelota en la mano, yendo a mis entrenamientos desde los dos años. Siempre lo estimulé porque quería que se desarrolle lo mejor posible, pero la verdad es que el superó las expectativas.


– Yendo a tu labor junto a las selecciones, has dirigido las categorías Cadetes, Juveniles y Juniors. ¿Cómo han sido esas experiencias?
– Imaginá que lograr un cuarto puesto en un Mundial Juvenil más un sexto puesto en Junior es algo difícil de olvidar. Fueron muchos años espectaculares al lado de Dady (Gallardo). Por esas categorías pasaron jugadores muy buenos, muchos llegaron a la mayor otros no, pero fueron claves para lograr esos resultados históricos.
– ¿Notás cambios en el nivel de juego desde tus comienzos dirigiendo Liga, en 2001, y la actualidad local?
– El deporte cambió y todo el mundo lo sabe. Lo físico es determinante, pero la evolución fue acompañada de la mejora técnica y táctica individual. El jugador es más rápido porque ejecuta y resuelve mejor. También el reglamento ayudó: la implementación del saque rápido, el pasivo, incluso el jugar con siete (que reconozco que no me gustó al principio, hoy lo veo mejor que antes, pero pierde la esencia del juego). Hay cada vez menos espacios libres y eso no mejora el juego, incluso goles con el arco vacío que, si bien tiene emoción, se pierden acciones de contraataque. Con respecto a la actualidad local fue importante la competencia internacional. Desde el año 2005 que se viaja a todos los Mundiales, Panamericanos, y eso mejoró la mentalidad y la calidad de muchos jugadores, muchos viajaron a Europa. Y por último la televisación ayuda muchísimo, todos se preocupan por dar una buena imagen, se ven videos, se estudia más, aunque no lo suficiente.

– Formaste parte de una etapa junto a Dady Gallardo donde hubo varios logros. ¿Cómo definís esos años?
– Como una década imborrable para el handball argentino que espero se pueda superar. Haber logrado puestos importantes en Mundiales y buenos resultados contra equipos de primer orden a nivel mundial. La clasificación a segunda ronda en varios mundiales, tanto juveniles, junior y mayores, es algo muy difícil de lograr. Todos los equipos en los mundiales tienen un gran nivel, aunque algunos acá no lo entienden. Por eso hay que valorar más lo que se hizo en ese proceso.
Gracias enormes!
Ric Debeljuh 

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